Monday, June 18, 2007

El español en la campaña presidencial

A medida que la contienda política se intensifica, en particular en estados cuyo voto hispano tendría el poder decisorio, el español es una necesidad. Afortunadamente para los candidatos, el español no es tan ajeno, hasta se podrían comunicar las plataformas a través de cognados, esos parientes etimológicos que han conservado similar significado en ambos idiomas. Demagogia y demagogy, por ejemplo.

Del Latín pasó al español y al inglés el verbo promittere, prometer, y juega un papel protagónico. Los candidatos no solo prometen sino que acuciosos señalan las promesas incumplidas del contrincante. Lo demuestra así el anuncio televisivo en español que los demócratas vienen mostrando en Arizona, Nevada, Nuevo México y Florida, los denominados campos de batalla por el voto hispano. “El presidente Bush ha roto su promesa de no dejar a ningún niño rezagado con su políticas educativas”, dicen los candidatos demócratas, y prometen miles de millones de dólares para la reforma educativa.

Según los anuncios mostrados, hay una desconexión entre lo que se dice y lo que los hispanos esperan escuchar. La plataforma para el electorado hispano gira en torno a una reforma inmigratoria, que permita obtener licencia de conducir a los indocumentados, que conceda amnistía a los inmigrantes menores de edad. Las comunidades hispanas quieren escuchar sobre proyectos que capaciten a la juventud, que los preparen para el mercado laboral. Otro asunto de vida o muerte, y no es una figura literaria, es el acceso a un seguro medico al alcance del bolsillo. En cuanto a asuntos exteriores, los hispanos quieren que se preste mayor atención a América Latina, que se incentiven las inversiones para que se genere trabajo, la única manera de controlar la emigración masiva. Por otro lado, aliviaría la carga que llevan a cuestas tantos inmigrantes de sostener con sus remesas a las familias que dejaron atrás, una responsabilidad que impone dos y hasta tres empleos, que a veces obliga a descuidar a sus propios hijos.

Y aunque ese es el vocabulario que motivaría la votante hispano, el verbo más utilizado en la campaña hasta ahora ha sido atacar. A nombre de la seguridad nacional, a nombre de la economía, a nombre de las buenas costumbres, se ataca a los inmigrantes, a la libre expresión, se ataca el inviolable derecho a la integridad del ser humano. Ya lo decía Ernesto Sábado, al preguntársele si la tortura se justifica cuando puede salvar la vida de un inocente, de un secuestrado, por ejemplo. Una sociedad civilizada lamentará la pérdida de un inocente, respondió, pero jamás puede permitirse la perversidad de la tortura.

Finalmente, no podemos olvidar el verbo pedir. Todos los votantes registrados, de ambos partidos, habrán recibido el pedido de colaboración para financiar la campaña multimillonaria, exhortando la generosidad con frases de expertos en ablandar el alma y aflojar los bolsillos. He aquí una muestra: Su futuro depende de su generosidad. El futuro de sus hijos está en sus manos (firme ya ese cheque). El futuro es el tiempo predilecto de las campañas por la sencilla razón de que nadie puede pedir cuantas del futuro. El gobernador Bill Richardson en un anuncio más reciente asegura que para los hispanos el futuro siempre será mejor con los demócratas. Y el presidente Bush no se queda atrás, acusa a sus acusadores del terrible defecto de la indecisión y pregunta retórico si se podría confiar el futuro a un partido que no está ni aquí ni allá.

¿Y el futuro hispano? Ya la historia lo dirá.

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