Lo conocí hace unos años en una conferencia sobre Identidad en Columbia Univeristy. Una amiga me recomendó esperar hasta la tarde pues participaría un joven escritor dominicano. Es explosivo, me dijo. Salvo Julia Álvarez y el poeta Pedro Mir poco sabía de escritores dominicanos. Santo Domingo evoca playas, los resorts, como dicen los dominicanos, y merengue. Es el primer escritor que ha producido Santo Domingo en Estados Unidos, me informó mi amiga con orgullo.
Es un hombre de apariencia hasta frágil. Pero una vez que comienza a hablar se transforma en un estallido de irreverencia, erudición y humor oscuro. Junot Díaz habla como escribe: callejero y educado. Es capaz de mezclar en una misma oración una referencia literaria exquisita y un fuck tan bien enunciado y preciso como aquel ladrillo que encaja perfecto en la pared y que uno piensa que la pared se derrumbaría si no estuviera alli.
Al poco tiempo me encontré con un ensayo suyo en la revista The New Yorker sobre un muchacho recién egresado de la universidad que regresa a Santo Domingo de vacaciones. No a un resort sino de voluntario a trabajar con los pobres, y lo hace con la novia que acaba de enterarse que ha sido traicionada. Se lo leí a mi esposa dominicana. Se reía a carcajadas, interponiendo sus ¡esto es tan dominicano! Mi esposa no es muy aficionada a la lectura. Aunque cuando encuentra un buen libro no lo suelta. Le pasó con La fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa. Cuando terminé de leer ella dijo: Y ahora me lo puedes leer en español.
Traducir, dice Gregory Rabassa, es una lectura profunda. La narrativa de Junot Diaz corta como una navaja. Sin embargo no fue difícil traducirlo porque también es un escritor clásico, un ejemplo de que la innovación nada tiene que ver con la oscuridad. Debajo de la envenenada superficie de su literatura se va desnudando la esencia de un pueblo. Quizás de la cultura latinoamericana castigada por el látigo de una herencia colonial racista, clasista e ignorante.
El escritor
Cuando leí que finalmente después de 11 años Junot Diaz había terminado su primera novela, The Brief Wondrous Life of Oscar Wao y que su gira de promoción, el Book Tour, lo traería a Miami, ciudad a la que acabamos de mudarnos, llamé a mi esposa emocionado para que apuntara la fecha en el calendario. Tenía que conocerlo. Lo había invitado la librería Books & Books, una de las pocas librerías independientes que queda en el país, una de las pocas librerías de Miami.
Cuando leí que finalmente después de 11 años Junot Diaz había terminado su primera novela, The Brief Wondrous Life of Oscar Wao y que su gira de promoción, el Book Tour, lo traería a Miami, ciudad a la que acabamos de mudarnos, llamé a mi esposa emocionado para que apuntara la fecha en el calendario. Tenía que conocerlo. Lo había invitado la librería Books & Books, una de las pocas librerías independientes que queda en el país, una de las pocas librerías de Miami.
La presentación estaba programada para las 8. Llegamos a la libreria con unos minutos de anticipación, lo suficiente para tomar una copa de vino y ojear la novela. Lo primero que me llamó la atención fue el uso de notas de pie. Para aquellos que se perdieron los seis segundos de historia dominicana obligatoria, comienza una de las primeras notas, y prosigue a resumir al monstruo dictatorial de Trujillo. Otra nota explica el origen de la palabra pariguayo, derivada de Party Watchers, de la costumbre de los Marines de ir a la fiesta y mirar sin participar, algo impensable para un dominicano y que ahora tiene el sentido de pendejo.
Lucía más tropical en su guayabera. Le pregunté si no le parecía, como aseguran algunos expertos sobre la novela, escritores frustrados que se ganan la vida en universidades enseñando a escribir sin haber escrito una buena novela, que las notas de pié distraen al lector, que una buena narrativa no necesita de ninguna muleta. Las notas eran como críticos independientes de la trama, me respondió Junot Diaz. Alguien le preguntó sobre el español ribeteado a lo largo del texto que seguramente confundirá a muchos lectores. Respondió que también había muchas referencias oscuras sobre ciencia-ficción. Que amigos aficionados a la ciencia-ficción le había advertido que la gran mayoría no entendería a que se refiere. Pero ese era uno de los papeles de la literatura: abrir puertas a mundos desconocidos.
La novela
Lo presentó una escritora cubano-americana con quien acababa de regresar de Colombia. Se llevó a cabo en Colombia recientemente un encuentro de escritores latinoamericanos menores de cuarenta. La generación nueva, a la que los maestros del Boom, los realistas mágicos, pasarán la antorcha. Una generación de escritores sin patria, o que más bien han hecho del mundo la patria, y que ni siquiera escriben en español. Es el caso de Junot Díaz.
Comenzó leyendo un capítulo que marca el ritmo de la relación entre los personajes más interesantes de la novela, la hermana del protagonista, una roquera feminista, y la madre. La hermana es aun una niña en la escena y la madre con sus enormes senos (de estos senos tu padre nunca se sació, y la chica con ironía piensa que se debió haber saciado pues los abandnó en cuanto pudo) es una mujer de personalidad endiabladamente indomable, aun con la puñalada del cáncer y la vida de emigrante pobre.
Oscar es el protagonista. La novela es sobre su corta vida, las peripecias de un atípico dominicano que crece en un barrio pobre de Paterson, Nueva Jersey. Oscar es un nerd (un comelibros) aficionado a la ciencia-ficción y a los amores desgraciados. Su hermana, en sus ensueños de adolescente rebelde, lo ve como un Oscar Wilde tropical (de ahi el título: Oscar Woa).
En un nivel mas profundo, por medio de la madre que nos remonta a la provincia dominicana del siglo 20, un microcosmo de la historia de América Latina, aunque Junot Díaz diga lo contrario, es una novela de inmigrantes, la zaga de generaciones, un estudio sobre la identidad, sobre el doloroso esfuerzo del las nuevas generaciones por integrase a la clase media.
La despedidaDespués de leer y conversar con el público Junot Dias firmó autógrafos. Mi esposa quería que le dedicara el libro a su hijo de 20 años. Nació en Nueva York pero es más dominicano que los dominicanos que viven en la isla y sueñan con escaparse. Tu novela, le comenté a Díaz, le servirá a nuestro hijo a afianzar su identidad más que cualquier libro de historia, y lo digo con conocimiento de causa, enseñé historia. Junot Díaz se río con esa risa caribeña sonora y contagiosa.
No le dije que era uno de los escritores más importantes de lo que va del siglo, que junto a Roberto Bolaño representaba la literatura moderna. Debí hacerlo. Quizás si lo veo en otra ocasión se lo diga.